Escrito por Laura Lewin
¿Por qué algunos chicos se motivan para estudiar y a otros hay que perseguirlos?
¿Por qué algunos se esfuerzan, perseveran y logran sus objetivos mientras que otros se frustran y abandonan?
Si bien es cierto que la razón puede ser multicausal, en muchos casos los chicos no pueden hacerle frente a los desafíos académicos porque no saben estudiar, es decir, no han desarrollado hábitos de estudio. En estos casos, cuanto antes reciban ayuda, antes podrán desarrollar la autonomía necesaria para lograr sus objetivos académicos.
Podemos acompañar a nuestros hijos en el proceso, pero los responsables de estudiar y cumplir con sus obligaciones son ellos. No aprobar debe ser un aprendizaje para ellos no un castigo para nosotros. Cada acción genera una consecuencia, y deberán hacerse cargo de no haber estudiado en el momento oportuno o pedir ayuda cuando debieron hacerlo.
A ningún chico le gusta reprobar, aunque intenten hacerse los superados, “vas a ver que rindo todas bien”. Perder una materia, en la mayoría de los casos, los hace sentirse frustrados y mal con ellos mismos, aunque intenten ocultarlo.
No debemos olvidarnos que, como adultos, somos custodios de la auto-estima y auto-confianza de nuestros hijos, por lo tanto debemos cuidar mucho lo que les decimos y nuestra actitud frente a la situación que haya generado algún fracaso escolar. Que nuestro hijo se sienta mal no hará que se comporte mejor. Pero si se siente bien acerca de él mismo, podrá colaborar mejor. Lo que buscamos no es que deje de hacer lo que no queremos por miedo sino por su propia satisfacción.
Lidiar con un niño desafiante, enojado o frustrado porque no quiere estudiar requiere de un enfoque calmo, cálido, objetivo y asertivo, y despersonalizar lo que está sucediendo. Es importante estar calmados para poder RESPONDER y no REACCIONAR y no permitir que esta situación atente contra la armonía familiar.
Algunos consejos para padres:
El problema del castigo
Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la auto-motivación en los niños, debemos enfocarnos más en las consecuencias que en los premios y castigos, que solamente refuerzan la motivación extrínseca.
El castigo raramente enseña. Lo que genera es resentimiento e ira y empeora el comportamiento.
En vez de “por no aprobar te quito el celular”, funciona mejor la consecuencia: “qué pena que tienes un recuperar. Ya podrías estar libre y hacer lo que te gusta; ahora tienes que quedarte en casa a estudiar”.
O, “no salgas de tu habitación hasta que no termines de estudiar” es mucho menos efectivo que “el fin de semana empieza cuando se hicieron los deberes”.
La diferencia puede ser sutil, pero en los dos primeros ejemplos el castigo es externo, lo impone el adulto, y es arbitrario. En los segundos ejemplos, la consecuencia se desprende del acto del chico, deriva de su comportamiento. Estamos trabajando la importancia de la responsabilidad.
No queremos que busque evitar el castigo o acercarse al premio sino que vaya desarrollando un pensamiento que lo ayude a tomar las mejores decisiones.
Cuando un chico reprueba, necesita saber que siempre están los brazos de sus padres en donde poder desahogarse, sacarse la rabia o encontrar consuelo. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender a manejar sus emociones. Saber que sus padres están ahí para ellos, les darán la confianza necesaria para seguir su desarrollo natural, sin tener que estar llamando la atención todo el tiempo. En los momentos difíciles, es donde más nos necesitan nuestros hijos. Por lo tanto, más que castigos, debemos trabajar las consecuencias. Y si hay consecuencias, deben ser acatadas; si no, se pierde el respeto hacia los adultos.
El problema del castigo es que envía un mensaje a los niños de que son malos y deben ser castigados. No los ayuda a reconocer sus errores y a hacerse responsables por ellos. Los hace enfocarse en el castigo y no en lo que han hecho.
Cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Un examen no nos define como personas. Aprender de los fracasos nos ayuda a ser más resilientes. Los chicos que no aprendan a “fracasar con dignidad” serán adultos sin perseverancia, y no creerán en sus habilidades de esforzarse para tener éxito.
Laura Lewin es autora, capacitadora y especialista en educación. Es oradora TEDx y ha escrito numerosos libros, entre los cuales podemos destacar su más reciente libro, La Nueva Educación, de editorial Santillana (2020).
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